Cuenta Moreau la aparición de la cabeza del Bautista cuando la bella Salomé bailaba para el rey Herodes. Así, flotando, exótica, inquietante, imaginaria, sobrenatural, híbrida, circula el rostro de Juan buscando la propia salvación. Sangre y flores se derraman por el suelo; se entremezclan, seducen… Como lo hicieran las palabras, desnudas. Salomé poderosa y espeluznante, regocija la mirada con su danza como lo hicieran las palabras, sonámbulas.
En la red, por minúsculo que parezca, flotan los espectros que de pronto se aparecen, buscando su nombre y sus recuerdos. Se mueven como Salomé frente al rostro del Bautista. Los textos anhelan con detalle las solicitudes que no se hacen más que en el silencio. Hipnotizados estamos y delante de nosotros fluyen los secretos expuestos al por mayor. Salomé danza y también nuestras inquietudes. El Bautista se aparece y también nuestros dolores…